jueves, diciembre 26, 2024
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    Hebe fierrera, hincha y cocinera

    Esa mujer, emblema internacional de la lucha por los derechos humanos que posibilitó que tengamos un país sin genocidas impunes, estaba ahí al lado mío en la cocina. Con su delantal y su bravura me retaba por mi manera de cortar las papas para la buseca.

    Por Sergio Urribarri

    Amante de la cocina criolla, hice centenares de busecas en mi vida. Y estoy acostumbrado a las mujeres de carácter fuerte: mi madre directora de escuela, mi esposa Analía, la propia Cristina. Pero la autoridad rebelde de Hebe era otra cosa.

    No paramos de discutir ni un minuto cada paso de la receta y por supuesto todo se terminó haciendo a su manera. Porque en una cocina, en un plenario, en una plaza o en un congreso, si algo sabía Hebe de Bonafini era argumentar e imponerse.

    Servimos la mesa y empezó el partido. Porque la historia de la buseca empezó con la invitación a ver juntos Argentina – Suiza en el Mundial 2014 en la Casa de las Madres. Gritamos como locos el gol de Di María, nos abrazamos, ganamos. La pasamos tan lindo que quedamos de acuerdo para ir al autódromo a ver alguna carrera.

    ¿Con Hebe al autódromo? Sí. Porque Hebe se definía como “una mujer del pueblo que lava, plancha, cocina y tiene sus pasiones” y además de la cocina y el fútbol entre sus pasiones principales estaba el automovilismo.

    Llegamos al autódromo de Concepción del Uruguay y todos nos miraban. Hebe como si nada a pura sonrisa con una gorrita roja. “No sé por qué les llama tanto la atención que sea fierrera”, comentaba a cada rato.

    Con el ruido de fondo, yo trataba de contarle que habíamos hecho a nuevo tres autódromos, que habíamos lanzado una copa con el nombre de la provincia, que todo esto generaba trabajo. Pero ella solo tenía ojos para el auto de su favorito, Guillermo Ortelli, y no me llevaba el apunte. Ortelli ganó esa tarde y la felicidad fue completa.

    Yo me siento un privilegiado por haber compartido estas cosas con Hebe. Capaz a algunos les parezcan pavadas. Quizás yo debería estar destacando que honrosamente integro ese puñado de argentinos y argentinas a los que las Madres de Plaza de Mayo le entregaron su simbólico pañuelo.

    Hoy miraba las fotos de ese momento y la emoción me cruza la cara. No es para menos. Lo dije entonces y lo ratifico: para este humilde dirigente nacido en el interior profundo recibir el pañuelo de las Madres de Plaza de Mayo fue uno de los momentos más importantes en mi vida política y en mi vida personal.

    Pero entre tantos discursos de odio que en estas horas me causan dolor e incredulidad, elijo esta faceta de alegría, mucha pasión y muchísima ternura para homenajear a esta mujer inmensa a la que los argentinos y las argentinas le debemos tanto.

    Hace dos años tuve el honor de ser recibido por el Papa Francisco. Entre otras cosas, le llevé una carta de Hebe. Hoy leí un tuit del padre Tucho Fernández donde decía que ella había vuelto a la fe después de reconciliarse con Francisco.

    Sé que aquella carta de la que fui humilde portador contenía alguna parte de aquella reconciliación. Y me siento una vez más honrado por esta mujer que tanto quise, que compartió momentos con mi familia, que me dejó entrar a su casa, que me dio los mejores consejos de vida y de política.

    Y que me enseñó cómo se cortan las papas para hacer una buena buseca.

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