Nació y creció en La Histórica, es pediatra y trabaja en Médicos Sin Fronteras hace 10 años: “Es una labor dura pero muy gratificante”

En primera persona, Ana Valori cuenta cómo fue su infancia en Concepción del Uruguay, la decisión de estudiar medicina y su trabajo en el norte argentino como pediatra. Cómo llegó a trabajar en la organización humanitaria que la llevó a más de cinco países con fuertes crisis sanitarias. 

Ana Valori en uno de sus primeros proyectos en el continente africano
Por Estefanía Jaen Frank

Ana Valori es oriunda de Concepción del Uruguay, tiene 41 años y es la menor de cinco hermanos. Cursó sus estudios primarios en la escuela Bezzi y los secundarios en la Escuela Normal. Cuando era chica frecuentaba los clubes Zaninetti y Universitario de Concepción del Uruguay, espacios donde jugó al básquet y al hockey. Al igual que muchos jóvenes uruguayenses, a los 18 años se mudó a la Capital Federal para comenzar sus estudios en Medicina en la Universidad de Buenos Aires, aunque reconoce que nunca fue de las personas que quisieron estudiar Medicina “desde siempre” y tampoco había médicos en su familia.

Sin embargo, su entorno familiar tuvo un estrecho lazo con la Casa del Menor. Casualidades del destino o elecciones de vida, ocho años después de ingresar a la universidad, Ana se graduaría como médica pediatra. “Yo ya sabía que quería hacer esa especialidad. Rendí el examen de residencia, en 2011 y entré al Hospital Elizalde, el exCasa Cuna de Buenos Aires”, recuerda y enfatiza: “Cuando empecé en la medicina tenía mis dudas pero al transitar por la pediatría me sentí más segura, un espacio menos formal de la profesión donde hay que desarrollar otro tipo de lenguaje con los niños, el no verbal, la confianza, el juego. Eso siempre me gustó”. 

Sin imaginarlo, las habilidades que había adquirido gracias al vínculo con los niños serían clave en su desempeño posterior en otros países de habla no hispana. “Con el tiempo me di cuenta que eso me permitió trabajar en otros contextos donde no hablaba el idioma local, y si bien había un enfermero y un traductor, hay algo de lo no verbal que después te sirve para muchas otras cosas”, revela. 

En 2015, todavía en Argentina, la uruguayense realizó tres viajes a Salta con el Ministerio de Salud, a través de la Dirección Nacional de Maternidad e Infancia, en pos de abordar problemáticas de salud pública y casos de muertes de niños por deshidratación a causa de diarrea. “Fue una experiencia para salir de la realidad de las ciudades grandes, donde el sistema de salud público funciona de otra forma. Todo me gustaba un poco pero todavía no sabía para dónde ir”, recuerda en relación a su recorrido profesional. 

Ana Valori cumplirá 10 años en Médicos Sin Fronteras en 2026

Parte de la incertidumbre comenzó a desvanecerse hacia fines de 2015 cuando Ana leyó una entrevista de una reconocida pediatra argentina, Magdalena Goyheneix, que trabajó con Médicos Sin Fronteras (MSF). “En ese momento dije “wow, yo también puedo hacer esto”. Conecté emocionalmente, me identifiqué visualmente y con lo que decía, me parecía una profesional par”, rememora y comenta que actualmente mantiene una amistad con su colega. 

Así, aplicó de forma online pero no fue hasta febrero de 2016 que fue convocada al proceso de selección donde evaluaron sus aptitudes profesionales y sus habilidades para enfrentar situaciones de emergencia. Ana precisa que la decisión de ingresar a la ONG global fue casi “por azar”, ya que en ese momento en Argentina no se conocía lo suficiente este tipo de organizaciones humanitarias.

Al finalizar ese proceso, los candidatos ingresaron a un segmento de perfiles, en su caso la pediatría. En base a las habilidades lingüísticas y las experiencias, los profesionales son destinados a los proyectos a realizar en distintas partes del mundo. 

En simultáneo, Ana retomó el estudio del francés, ya que el conocimiento de idiomas es un plus para postular. “Había estudiado inglés y francés en la Escuela Normal. Es la única escuela pública que conozco que enseña dos lenguas”, expresa en relación a la educación secundaria en Concepción del Uruguay. 

Las primeras misiones en territorio como parte de Médicos Sin Fronteras

Tras ser convocada, en febrero de 2016 Ana viajó a Niger, un país de África Occidental que limita al sur con Nigeria, donde realizó su primera experiencia de este tipo como pediatra. “Fue un poco duro porque la misión era en francés y mi manejo del idioma no era tan bueno. Las madres de los niños hablan el hausa, la lengua local, y los profesionales de salud van adquiriendo el conocimiento del mismo con el tiempo. Con enfermeros y traductores podíamos entendernos con las madres”, explica. 

En cuanto a las problemáticas más frecuentes enumera la dificultad en el acceso al agua potable, la escasa vacunación y la propagación de enfermedades

“Yo estaba en Malawa, una ciudad semidesértica a siete horas de la capital, Niamey. Las dificultades de pediatría en el hospital donde estuve eran la malnutrición aguda severa, que se desarrolla cuando hay una pérdida muy rápida de comida. Se da con un pico anual, ya que en una época del año no llueve y se utilizan las cosechas del año anterior. En ese momento se da la malnutrición aguda severa. Ello ocurre cerca del otro pico anual, que es el de la malaria”, explica la médica y recuerda que si bien había 300 camas disponibles en la institución, durante la emergencia sanitaria fueron ocupadas en su totalidad y debieron instalar carpas para tener más capacidad de atención.

La barrera del lenguaje y los nuevos códigos

Ana recuerda el momento en que conoció a un niño que estaba internado con graves quemaduras en su cuerpo, por lo que estaba vendado. “Cuando yo llegaba, él hacía sonidos con unas cajas y era el momentito del día para descomprimir. Son acciones necesarias para seguir con la actividad diaria”, señala. “Las dos veces que estuve en Niger fueron muy traumáticas sobre todo por los picos de malnutrición y malaria, las tasas de mortalidad. Uno siente que no puede hacer mucho más”, manifiesta. 

Asimismo, explica: “No es un voluntariado como a veces se piensa. Médicos Sin Fronteras contrata a profesionales con experiencia porque se ven situaciones muy duras. La seguridad y logística la brinda la organización, se encarga de la salida y del regreso a tu casa, pero el riesgo que asume uno siempre está. El mundo humanitario está cambiando mucho, se respeta cada vez menos el Derecho Internacional”, reconoce. 

La profesional uruguayense realizó proyectos en la República del Congo, Etiopía, Niger, Bangladesh, Yemen y Tanzania.

“Si las ganas y el deseo están hay muchísimo para hacer, en cualquier lugar. Me gusta estar disponible para hablar con la gente sobre esto. Es una labor muy dura pero muy gratificante porque uno se encuentra con personas con las que comparte visiones del mundo”, señala.

La flexibilidad como herramienta 

Al año siguiente, en 2017, Ana aterrizó en la República del Congo, donde estuvo ocho meses con dos proyectos diferentes. “Hay problemáticas parecidas (a Niger) pero lo cultural y geográfico cambian mucho. Hay selvas, colinas, muchas lluvias pero también malaria y malnutrición. Además se suman enfermedades prevenibles por vacunación como sarampión, tétanos, que acá en Argentina nunca había visto como pediatra”, recuerda. 

Y devela: “Como perfil sanitario es un contexto difícil. Hay situaciones graves en volúmenes altos. Se vive en condiciones muy concretas, con reglas de seguridad muy específicas, con restricciones del espacio y culturas diferentes. Es esencial la flexibilidad a nivel cultural y personal, de espacios, de tiempos. Podés intentar tener tu rutina pero si surge una crisis de inseguridad o una epidemia es necesario adaptar la vida diaria a eso. Hay que tener curiosidad, entender y adoptar otras cosas, no ser rígido y traer el conocimiento”. 

El trabajo desde y hacia otros territorios

Luego de las experiencias itinerantes en distintos países, entre 2018 y 2019 Ana Valori tomó una posición llamada ‘pediatra móvil’ para Médicos Sin Fronteras de España. “Viajaba a diferentes proyectos de la organización que duraban dos meses, es decir que se hacen más países en menos tiempo”, explica. Durante ese lapso también volvió a la República del Congo, Etiopía, República Centroafricana, Bangladesh y Yemen. 

Ana Valori es pediatra por la Universidad de Buenos Aires

Además, en ese tiempo llevó a cabo un proyecto de innovación digital para guiar la consulta pediátrica en un campo de refugiados llamado Nduta, en Tanzania. Previo a la llegada de la pandemia en 2020, aplicó para una posición técnica relacionada a la atención primaria de la salud en contextos humanitarios. Por la situación sanitaria global, comenzó de forma virtual hasta que en mayo de ese año finalmente se mudó a Ginebra, Suiza, donde desempeñó el rol como referente de pediatría en el proyecto, que se extendió hasta noviembre de 2021. En este marco, la uruguayense no desarrolló labores profesionales vinculadas directamente a la pandemia por Covid-19.

Desde entonces se desempeña como referente técnico del Departamento Médico de Médicos Sin Fronteras España, cuya oficina central está en Barcelona, donde vive actualmente. “Estas oficinas gestionan la parte operacional, donde trabajan las personas que deciden dónde y cómo se llevarán a cabo los proyectos y la parte técnica que asesora para tomar decisiones en conjunto con otras áreas profesionales”, menciona. 

Sobre Médicos Sin Fronteras

Fundada el 22 de diciembre de 1971, es una organización humanitaria internacional que brinda atención médica a poblaciones afectadas por catástrofes naturales, conflictos armados, epidemias, pandemias y enfermedades olvidadas. Según explica Ana, dentro de la organización hay ingenieros, electricistas, especialistas en agua y saneamiento, además de otros profesionales, que trabajan dentro de los equipos de administración, de recursos humanos, finanzas, logística, seguridad, más allá del personal sanitario. 

Actualmente MSF cuenta con 69.000 trabajadores y trabajadoras en más de 70 países y se sostiene gracias a los aportes directos de sus socios, socias y donantes.

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