María Emilia Bazán, una mujer de 72 años, es el reflejo de la perseverancia y el amor incondicional. A pesar de enfrentar desafíos de salud como un tumor y operaciones en la cadera y la rodilla, que la llevaron a usar una silla de ruedas, nunca dejó de luchar por salir adelante y apoyar a su familia.
María Emilia dedicó toda su vida al oficio de la costura, un arte que aprendió y perfeccionó con los años. Fue ella quien enseñó a su hija, Romina Segovia, los primeros pasos en este hermoso trabajo, transmitiéndole no solo sus conocimientos, sino también el amor por el detalle y la dedicación.
Recientemente, Romina cumplió uno de sus mayores sueños: abrir un nuevo local en la esquina de Etcheverría y Díaz Vélez. Y allí estuvo María Emilia, como siempre, dispuesta a ayudar. A pesar de sus limitaciones físicas, preguntó a su hija cómo podía colaborar, y no dudó en ponerse a barrer y limpiar el lugar. Su actitud demuestra que la fuerza de voluntad puede superar cualquier barrera física.
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Romina, ahora una costurera perfeccionada gracias a las enseñanzas de su madre, reconoce que todo lo que ha logrado se lo debe a ella. “Es una luchadora, siempre ha sido mi ejemplo”, afirma con orgullo.

La historia de María Emilia Bazán es un recordatorio de que el amor, la dedicación y la resiliencia pueden superar cualquier obstáculo, y que las lecciones más valiosas de la vida no se encuentran en los libros, sino en el ejemplo de quienes nos rodean.











