En contraste con las plazas ubicadas en zonas privilegiadas, la plaza de los pobres carece de los recursos básicos para su mantenimiento. No hay plaza blanda para los niños, ni flores que embellezcan el paisaje. En lugar de eso, solo se encuentran yuyos crecidos, hamacas oxidadas y una gran cantidad de basura.
Para las infancias que transitan por el bulevard Yrigoyen, esta realidad se convierte en su día a día. Ciudadanos de segunda, así se sienten aquellos que viven fuera de los márgenes del centro. La falta de inversión en estos espacios públicos refuerza la sensación de abandono y la desigualdad que persiste en nuestra sociedad.
Es fundamental que los gobiernos tomen conciencia de esta situación y tomen medidas para garantizar que todos los ciudadanos, independientemente de su ubicación geográfica o su nivel socioeconómico, tengan acceso a espacios públicos adecuados y bien mantenidos. El cuidado y la atención a estas áreas no solo mejoran la calidad de vida de los vecinos, sino que también promueven la inclusión y la equidad en nuestra sociedad.