El Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), una de las instituciones más relevantes del sistema científico-tecnológico argentino, atraviesa un momento crítico. Así lo expresó Matías Longoni, quien se refirió al escenario actual sin idealizaciones ni alineamientos automáticos: “ni la motosierra de Milei ni las formas del kirchnerismo”, sintetizó, al analizar un proceso que —según advirtió— amenaza con desmantelar funciones centrales del organismo.
Longoni explicó que, tras la intervención del Congreso a mitad de año, el gobierno presentó en las últimas horas un nuevo documento con una propuesta de ajuste que ya fue expuesta ante la Mesa de Enlace en una reunión realizada en la Secretaría de Agricultura. Entre los puntos más sensibles, se plantea el cierre de varias estaciones experimentales, la eliminación total del área de extensión rural y de agricultura familiar, y una fuerte reducción del patrimonio territorial del INTA.
En ese sentido, señaló que existen alrededor de 33.000 hectáreas que ya estarían mensuradas y listas para ser rematadas, lo que marca un cambio estructural profundo. “El INTA tal como lo conocemos va a dejar de existir, va a ser otra cosa”, afirmó, y remarcó que la disputa central pasa por si el organismo conservará o no sus facultades de extensión rural, uno de sus pilares históricos.
El analista también señaló que parte de la dirigencia agropecuaria coincide en que el INTA necesita cambios y modernización, lo que abre un escenario de negociación. Sin embargo, advirtió que el ajuste responde a una lógica ideológica más amplia del gobierno nacional: reducir gastos, achicar personal y considerar a los trabajadores como un costo a eliminar. “Este debate se repite en todos los organismos de ciencia y tecnología”, sostuvo.
Longoni reconoció que el INTA creció fuertemente durante el kirchnerismo y que ese proceso incluyó una politización interna que puede ser discutible. No obstante, fue contundente al criticar la forma en que se impulsa el ajuste actual: “La prepotencia de la motosierra no distingue discusiones sensatas. Es simplemente ahorrar, vender y ajustar, sin debatir modelos”.
Finalmente, dejó en claro su postura: no defender el statu quo, pero sí el valor estratégico del organismo. “El INTA debe ser útil, necesario y hay que reconstruirlo. Hay cosas que cambiar, pero no de este modo”, concluyó, alertando sobre un proceso que, de avanzar, redefinirá profundamente el rol del Estado en el desarrollo científico y tecnológico vinculado al agro.
(Con información de larepublicamedios)











