Por Juan Ruiz Orrico
Luego del intento de magnicidio a la Vicepresidenta, la grieta se profundizo más que nunca, así el oficialismo quiere instalar el debate en torno a la necesidad de una ley que regule los “discursos del odio”, como si no tuvieran nada que ver con la situación actual.
A la par, el jefe de los senadores kirchneristas, José Mayans, pidió que se pare el juicio de Vialidad contra Cristina Kirchner luego de dicho intento de atentado. «¿Queremos paz social? Bueno, comencemos con parar este juicio vergonzoso», dijo el Senador formoseño.
De todas maneras, resulta curioso denunciar odio y pretender combatirlo con amenazas, escraches y nombres de presuntos culpables. La noche misma del intento de atentado era el momento propicio para que quien se supone es la autoridad máxima de la República convocara a la unidad, sin distinción de banderías y llevara a la sociedad un mensaje de paz. Pero una vez más, fue una oportunidad perdida.
Fue cuando el Presidente, jactándose de su condición de abogado y de hijo de juez, reinstalaba la idea de “discurso del odio en la política”, echando culpas una vez más a la Justicia, a los medios y obviamente a la oposición.
Inmediatamente, el gobernador Kicillof, relacionó el atentado contra la vicepresidenta con el pedido de prisión del fiscal Luciani en la causa Vialidad y la congregación en Plaza de Mayo el viernes, posibilitada por el feriado nacional, fue el escenario buscado para que, desde la tribuna, una vez más, la oposición y la prensa fueran señalados como los responsables de este “discurso de odio”.
A todo esto, se le sumó la difusión de una gráfica publicada por la agencia Télam en la que se veía una pistola cuyo caño terminaba en forma de micrófono, identificando a los medios de comunicación con la violencia homicida.
Hoy más que nunca, en marco de este contexto bisagra que nos exige coherencia a quienes somos parte de la dirigencia política, estoy convencido de que es tiempo de ser consecuentes con nuestros discursos, no podemos combatir odio con odio. Hoy más que nunca estoy convencido de que el camino no es la violencia.
