Por Hernán Rausch (*)
Es de suma importancia visibilizar estos hechos, tomar conciencia de que es una realidad que golpea de manera lamentable en la sociedad, en los distintos ambientes y situaciones, pudiendo ser familiar, deportivo o institucional.
Todos estamos llamados a involucrarnos para su erradicación. Uno de los principales actos para esto, es conocer los protocolos, brindar el oído y atención, no desentenderse, ya que cualquiera de estas actitudes, pueden llegar a tener dos efectos: liberar o encarcelar.
Cuando un niño es abusado, es ultrajado, es arrastrado hacia los más profundos silencios, aplastado por la culpa y miedo, menospreciando su persona y capacidades, obstaculizando su normal desarrollo.
No debemos dejar de mencionar la metodología perversa que va tejiendo ese ser humano astuto, audaz, para perjudicar y dañar lo más preciado en un niño, la inocencia, esa inocencia innata por naturaleza, que es violentada y quebrada mediante la manipulación y atropello del abusador, con el solo objetivo de satisfacer sus propios instintos, desordenes afectivos y sexuales, utilizando ese ser y descartarlo, para luego dejarlo solo, desamparado, confundido y lastimado.
El abusador es sagaz, inteligente, observador, muy hábil en su manera de actuar, captar la atención y respeto no solo de la víctima, sino su entorno, realiza un sigiloso abordaje de toda la familia o institución, ganándose la confianza de todos, sea con actitudes amables, disponibilidad, comentario sobresaliente, tratando de empoderarse, obteniendo una imagen intachable frente a todos, para, de esa manera, no dar lugar a dudas y actuar de forma libre, impune y segura.
El niño que es violentado en su sexualidad de manera temprana es sorprendido en una esfera aun inmadura, de un proceso en desarrollo, natural. Tergiversa y anticipa etapas corporales, que, rompiendo su ciclo, dañan y generan perplejidad, desorden y como resultados bloqueos y silencios.
Depende de todos colaborar para romper ese mutismo, brindando herramientas simples, como escuchar y acompañar, pero sobre todo creerle al niño, para lograr destrabar ese mecanismo defensivo y solitario, que obstaculiza y no permite vencer esa barrera opresora de sigilo, angustia y fobia. Si comienza a hablar, no le des la espalda.
Existe una palabra que resume el ejercicio y función que debe tomar toda la sociedad, como así también miembros de las distintas entidades, como pueden ser judiciales y religiosas, esa palabra es ATENCIÓN. Escuchar, creer, actuar.
Esta palabra nos debe interpelar, atención potencia cercanía y cuidado hacia el damnificado, de manera especial en la familia, su entorno, o tal vez en una entidad deportiva o institución educativa. Nos sugiere prestar especial cuidado al comportamiento extraño, ese idioma que a veces se torna indescifrable, pero a la vez se pone tan de manifiesto en ese niño o adolecente, que no puede ignorarse, en esa conducta agresiva, esquiva, intolerante, marginal y triste.
Esta fecha nos recuerda y señala esta problemática muy cercana, oculta, el propósito es no limitar solo a una fecha, sino concientizar cada día, para que no se incrementen estos actos que daña el punto de partida de la vida, lo afectivo, lo relacional; el ser humano es un ser sociable, abierto, comunicativo, nadie tiene derecho a perturbar y truncar esa naturaleza. Nacimos para ser felices.
Para los que lo vivimos o que están atravesando esa incertidumbre, no debemos temer enfrentar el despertar hacia la libertad, romper cadenas opresoras, que consiste en contar como esa persona dañina utilizó tu cuerpo y aprovechó tu vulnerabilidad, abuso de tu confianza y la de tus seres queridos, se aprovechó de tu ser, tu vida, que fue sofocada a temprana edad. No te eches culpas, no eres responsable de nada.
Tenemos la obligación de alentar a hablar, contar, gritar la verdad, sacar afuera lo que perjudica y oprime, sin importar lazos, no dejando que el miedo, silencio y falsa traición se apodere de vos y triunfe, ya que esto nos paraliza y permite el empoderamiento del abusador, creyéndose intocable e inmune.
En una sociedad azotada y colapsada por las redes sociales, debemos darle la utilidad que corresponde, velar por el cuidado de la infancia, vulnerables a este flagelo, está al alcance de todos, incluso de ellos y poder ser manipulados mediante un dispositivo.
Estamos llamados a estar alertas, vigilantes, a saber y enseñar moderar su uso y utilidad, para de esa forma no perder la capacidad del encuentro y el diálogo fraterno y colectivo, que forma parte esencial de la vida del ser humano, formando auténticos lazos afectivos libres, sanos y abiertos.
No apagues tu voz, todos podemos ayudarte.
(*) Sobreviviente de abuso sexual en la infancia. Querellante en la causa Ilarraz.
Fuente:Analisis