jueves, octubre 10, 2024
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    Francisco proclamó santo al enfermero ítalo-argentino Artémides Zatti

    El ahora Santo fue conocido como el "pariente de todos los pobres" por su labor en la Patagonia al servicio de las personas necesitadas en la primera mitad del siglo XX. Durante la ceremonia el Papa instó a superar "los muros de división".

    El papa Francisco proclamó hoy santo al enfermero ítalo-argentino Artémides Zatti, conocido como el «pariente de todos los pobres» por su labor en la Patagonia al servicio de las personas necesitadas durante la primera mitad del siglo XX, en una ceremonia en la que convocó a no separar el mundo «en buenos y malos» y a superar «muros de división».

    Zatti, nacido en Boretto (Regio Emilia, Italia) el 12 de octubre de 1880, vivió en la Argentina desde 1897 hasta su muerte en 1951, en donde desarrolló una carrera como enfermero que lo acercó a los más pobres a partir de su incorporación al movimiento de los Salesianos de Don Bosco.

    «Declaramos y definimos santos a los beatos Juan Bautista Scalabrini y Artémides Zatti y los inscribimos en el registro de los Santos, estableciendo que en toda la Iglesia sean devotamente honorados entre los Santos», sostuvo Francisco a las 10.30 de Roma (5.30 de Argentina) al anunciar durante una misa en la Plaza San Pedro la proclamación oficial del enfermero y del sacerdote italiano también canonizado hoy.

    Zatti, quien había sido declarado beato por Juan Pablo II en 2022, fue canonizado luego de que se reconociera el milagro logrado a través de su intercesión en la curación de un hombre que sanó de un «ictus isquémico cerebeloso derecho, complicado con lesión hemorrágica voluminosa», en agosto de 2016 en Lipa, Filipinas.

    «Los dos santos canonizados hoy nos recuerdan la importancia de caminar juntos y de saber dar las gracias», planteó el Papa.

    Para Francisco, «el hermano salesiano Artémides Zatti fue un ejemplo vivo de gratitud», según afirmó durante la homilía en la misa en la que inscribió al «pariente de todos los pobres» como un nuevo santo .

    «Curado de la tuberculosis, dedicó toda su vida a saciar las necesidades de los demás, a cuidar a los enfermos con amor y ternura. Se dice que lo vieron cargarse sobre la espalda el cadáver de uno de sus pacientes», recordó Jorge Bergoglio al canonizar a Zatti.

    «Lleno de gratitud por lo que había recibido, quiso manifestar su acción de gracias asumiendo las heridas de los demás», enfatizó Francisco.

    En ese marco, la biografía oficial de Zatti divulgada hoy por el Vaticano lo recuerda como alguien que «para atender a los enfermos en su domicilio recorría la ciudad en bicicleta e, incluso, cruzaba Río Negro para llegar a Patagones».

    «Recemos para que estos santos hermanos nuestros nos ayuden a caminar juntos, sin muros de división; y a cultivar esa nobleza de espíritu tan agradable a Dios que es la gratitud», llamó luego el pontífice.

    Durante su homilía, el Papa convocó a los fieles a comprobar «si en nuestra vida, en nuestras familias, en los lugares donde trabajamos y que frecuentamos cada día, somos capaces de caminar junto a los demás, de escuchar, de vencer la tentación de atrincherarnos en nuestra autorreferencialidad y de pensar sólo en nuestras propias necesidades».

    «Preguntémonos hasta qué punto somos realmente comunidades abiertas y que incluyen a todos; si somos capaces de trabajar juntos, sacerdotes y laicos, al servicio del Evangelio; si tenemos una actitud de acogida, no sólo con palabras, sino con gestos concretos, hacia los que están alejados y hacia todos los que se acercan a nosotros, sintiéndose inadecuados a causa de sus complicadas trayectorias de vida», dijo luego.

    «¿Los hacemos sentir parte de la comunidad o los excluimos?», se preguntó el pontífice durante la ceremonia en la que estuvieron presentes la gobernadora de Río Negro, Arabela Carreras, y el secretario de Culto, Guillermo Oliveri.

    «Me da miedo cuando veo comunidades cristianas que dividen el mundo en buenos y malos, en santos y pecadores; de esa manera, terminamos sintiéndonos mejores que los demás y dejamos fuera a muchos que Dios quiere abrazar», reflexionó Francisco.

    En ese marco, aseveró que «hay que incluir siempre, tanto en la Iglesia como en la sociedad, todavía marcada por tantas desigualdades y marginaciones».

    Scalabrini, nacido en Fino Mornasco, en la provincia de Como en el norte de Italia en 1839, está considerado el «Patrono de los Migrantes» por su labor social, tras su muerte en 1905 había sido beatificado por Juan Pablo II el 9 de noviembre de 1997.

    «El obispo Scalabrini, que fundó una Congregación para el cuidado de los emigrantes, afirmaba que en el caminar común de los que emigran no había que ver sólo problemas, sino también un designio de la Providencia», recordó el pontífice durante su homilía al dedicar palabras al sacerdote italiano.

    Así, para el Papa, «Scalabrini miraba más allá, miraba hacia el futuro, hacia un mundo y una Iglesia sin barreras, sin extranjeros».

    Luego, en un pasaje improvisado de su homilía, el Papa planteó que «es escandalosa la exclusión de los migrantes».

    «La exclusión de los migrantes es criminal. Los hacen morir ante nosotros. Y así llamamos al Mediterráneo el gran cementerio. No abrir las puertas a quien tiene necesidad… los excluimos, los mandamos fuera, a los ‘lager’, donde son esclavizados. Pensemos en los migrantes, en los que son capaces de llegar. ¿Los recibimos como hermanos o los ignoramos?», preguntó.

    Con la ceremonia de hoy, Zatti se convirtió en el tercer santo «argentino» tras Héctor Valdivieso, quien desempeñó su sacerdocio en la ciudad de Buenos Aires y fue canonizado en 1999 tras ser asesinado en la Revolución de Asturias española de 1934, y luego de José Gabriel Brochero, el «cura gaucho» canonizado por Francisco en 2016.

    Antes de la canonización, el Papa recibió ayer a un grupo de salesianos que llegaron a Roma para la ceremonia y, al recordar a Zatti, destacó que el nuevo santo conoció a ese grupo «en Bahía Blanca, donde había llegado en 1897 junto con su familia».

    «Lamentablemente, muchos inmigrantes perdían el valor de la fe, absorbidos por el trabajo y los problemas que encontraban. Pero los Zatti, gracias a Dios, fueron una excepción», enfatizó.

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